Foto: David Larrosa, 10 años

viernes, 28 de junio de 2013

Extra: las Extinta en el Heraldo


   El suplemento Artes y Letras del Heraldo de Aragón publicó ayer una reseña de José María Ariño sobre el "Viaje imaginario al Archipiélago de las Extinta". Contenta y emocionada, la reproduzco aquí.

¡¡¡Muchas gracias!!!



martes, 25 de junio de 2013

Reseñas de San Juan



   Este fin de semana no ha sido sólo el primero del verano. Ni el fin de semana de San Juan ni el de noches más cortas y fuegos purificadores... 
   Ha sido un fin de semana de pirotecnia para el Viaje imaginario al Archipiélago de las Extinta, que ha logrado un precioso triplete:

-  Reseña de Elena Casero en su blog de lecturas Veges tú. Una lectura directa, sincera y concisa. Para mi gusto, Elena dice siempre lo esencial de un libro. No se entretiene en filigranas, va directo a sus sensaciones de lectora. Y su mensaje no puede ser más claro, ni yo estar más agradecida. Un beso, Elena.

- Reseña en la Bitácora de Alena Collar. Analítica y minuciosa, transmite su pasión con vehemencia y racionalidad al mismo tiempo. Intuyo que no hay travesía imaginaria que pueda despistar a su autora con cantos de sirena, ni mapa que se le resista. Por eso y por tu generosidad, muchas gracias, Alena.

-Ah, pero por si fuera poco, las Extinta han llegado a... 
New York - New York, what a wonderful town

Pronto podré dedicar un martes al viaje físico y real de las Extinta...  mientras, ¡gracias, Rosana y Pilar!




martes, 4 de junio de 2013

CONSTELACIONES


   En la taberna del Diablo el chico agarra el cuchillo de caza y se levanta. La silla cae al suelo, se produce revuelo alrededor. No han ofendido su honor como para lavarlo con sangre, piensa el sacristán. Le falta hombría, cree la camarera. Todos los días bronca, murmura el letrado, y escupe el tabaco ruidosamente contra el suelo, haciendo ademán de levantarse. De aquí no se mueve nadie,  amenaza el muchacho. 
   El otro se levanta con lentitud burlesca. Su pose teatral es una mofa. Así es como muestra su desprecio al contrincante, al que llama imberbe y mocoso desde hace años. Le aparta de un manotazo si se tercia, pisa sus palabras cada vez que el chico va a hablar. Es más grande y más fuerte, y su ira mueve a un coro de personas que no le quiere pero que se somete a su prepotencia. 
    No tienes huevos, le reta.
   El muchacho duda. Se está dejando engullir por la soberbia del otro. Sabe que ésa es la peor trampa, la peor traición a sí mismo: dejarse arrastrar por asechanza ajena. Debería permitir que actuase su propia alma, que le dicta que ignore al patán. Al fin y al cabo conoce muy bien sus debilidades. Sabe que son ellas -no su pretendida fuerza- las que le obligan a pisotear para sentirse alguien. Por dentro, el hombretón es sólo un muñeco de trapo. Mejor abandonarle a sus miserias. 
    Dejarle atrás. 
    Lárgate, mocoso, aquí no cabes, dice el otro.
   El muchacho empuña el puñal de caza, que su padre recibió del abuelo, y arremete contra el hermano con el ciego propósito de matar.